Vocación de la mujer


La vocación de la mujer a la luz de María
María desempeña un papel excepcional en la obra de la salvación, y constituye un modelo paradigmático para todo creyente. La auténtica piedad mariana ha de consistir en saber abandonarse y dejarse guiar por María hacia la plenitud del encuentro con su Hijo. Ella nos indica el camino para participar de la redención.
Es modelo de identificación y de contemplación válido para hombres y mujeres. Pero en especial para la mujer ya que los problemas femeninos encuentran solución estudiando la conducta de María.


María modelo de discípula.

María fue la primera mujer que escuchó de Jesús, en la intimidad de su alma, las palabras: ’Ven, sígueme’. Fue la primera seguidora y discípula de Jesús. Ella respondió siempre, con docilidad y generosidad, al llamado de su Hijo. Siguió a Cristo en la sencillez y ocultamiento de Nazaret; en la predicación, en la persecución, en la incomprensión de los hombres. Lo siguió hasta la cruz y la resurrección. Finalmente, siguió a Cristo, en cuerpo y alma, hasta la gloria de los cielos. María es, pues, la primera, la más auténtica y fiel, la más santa y perfecta seguidora y discípula de Cristo.
Es la primera imitadora de Jesús, modelo de aproximación a Jesús: por María a Jesús. No es sólo la mujer que llenamos de elogios en una letanía, ni exclusivamente nuestra intercesora, sino el modelo de aceptar el plan de Dios sobre nosotros.


María, Madre de la Iglesia

En las palabras de Cristo crucificado en el Gólgota: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Juan19, 26) se le reconoce su función de madre universal de los creyentes. Y aún después de su Asunción, glorificada en el cielo, ejerce su cuidado maternal sobre los hijos que le fueron confiados; sometidos todavía a los peligros de la acción disgregadora del pecado, necesitamos de sus cuidados constantes, de su intercesión
En María Madre la mujer de hoy encuentra una actitud y disposición a acoger la maternidad como don y vocación de Dios; ser madre implica llevar a cabo la misión de dar y custodiar la vida. El corazón de una familia es con toda certeza el corazón de la madre, ya que ella es el punto de confluencia de todos los dolores y de todas las alegrías de la familia. Dios le ha entregado a la esencia femenina la capacidad de ternura, de entrega, de congregar a todos en la seguridad de la unión.


María, modelo de virginidad fecunda

Renunciando a la fecundidad humana por docilidad al Espíritu Santo, se consagra totalmente al servicio del reino de Dios y vive una relación única con la Santísima Trinidad, puesto que es al mismo tiempo Madre, hija y esposa de Dios. A imitación suya, debemos sentirnos impulsados a vivir también nosotros en perenne comunión de amor con El.

María modelo de vida consagrada y servicial


La vida religiosa, vista a la luz de la vida de María, adquiere un nuevo esplendor. Que María es modelo de vida consagrada es una verdad fundada en la Escritura, en los padres y doctores de la iglesia y en el magisterio. Después de Cristo, es María ejemplo supremo de vida consagrada. Todas las religiosas y religiosos deben sentirse felices de poder tomar a María como modelo, ejemplo, norma, guía, fundamento, apoyo y amparo de su vida consagrada. Así, con esta fuente de inspiración en el servicio, debemos estar atentas a las necesidades del mundo que nos rodea, demostrar interés por todo lo que afecta al ser humano, comprometernos con el quehacer de la vida misma, decir “hágase” con confianza y valentía


Modelo de mujer nueva

El hombre desde sus mismos orígenes ansía con anhelo la novedad. Ahí está la clave de la ciencia y del progreso, de la técnica y del arte, de la filosofía y de la religión. Dios es la fuente de toda novedad en la historia. Mujer nueva será aquella que más viva llena de Dios y de su Espíritu. Esa mujer nueva por excelencia es María Santísima. Ella, en efecto, es la llena de gracia de Dios; ella formó en su seno virginal al Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos, el Hombre nuevo por antonomasia. Toda mujer que busque la verdadera novedad, no efímera ni pasajera sino perenne, ha de mirar a María y verla reflejada en Ella. Ella encarna la Novedad de Dios. Ella es nueva porque es plenitud de gracia, de santidad, de amor, plenitud recibida de la fuente inagotable del ser y de la vida que es Dios.


¿Cómo encarnar las virtudes de María? ¿Cómo plasmarlas concretamente en la vida de las mujeres? Juan Pablo II nos da una pista en un mensaje de 1995: pide a las mujeres ser educadoras para la paz, con todo su ser, en todo su accionar. Ser testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones interpersonales, en la familia, en la vida cultural, social y política.

Esta llamada a ser educadora de paz se basa en la consideración de que Dios le confía a ella el hombre – es decir, el ser humano-. El hombre encuentra en la mujer una interlocutora que está en pie de total igualad con él. Por eso Adán se admira al verla diciendo “esta es carne de mi carne y huesos de mis huesos”. No hay otro ser en la creación que le iguale. Se siente identificado, ayudado, complementado. En la creación de la mujer está inscripto el principio de ayuda (no es bueno que el hombre esté solo). Pero ciertamente que no es una ayuda unilateral, sino recíproca. La feminidad y la masculinidad realizan lo humano, cada uno con una modulación propia que complementa al otro y lo plenifica. No significa que Dios los haya creado incompletos sino que los crea como una comunidad de personas en la que cada uno puede ser ayuda para el otro porque son iguales en cuanto personas, son iguales en dignidad (y al mismo tiempo diversos y con peculiaridades y prerrogativas propias)

El Papa nos dice que es preciso volver al designio original de Dios sobre la pareja humana, designio perturbado, frustrado por una larga historia de pecado. Sólo la paz pude reencauzar la vocación del ser humano, y en la construcción de la paz, no se puede prescindir de la mujer. Esta es insustituible. Pero para construir la paz, para educar en la paz, la mujer debe cultivarla en ella misma. El materialismo, el hedonismo, el aborto, el divorcio, la promiscuidad, la impudicia, la discriminación, la violencia, la guerra conspiran contra la paz interior de las mujeres, y nadie puede dar lo que no posee. No podemos dar paz, si no tenemos paz. Por tanto, como mujeres católicas, debemos ser educadoras de paz social. ¿Cómo? Con nuestra presencia en la vida social, económica, política, científica, religiosa; a nivel local, nacional o internacional; insertándonos en distintos ámbitos públicos y privados, en todo lugar donde deba ser protegido y afirmado el derecho de la mujer; aportando al progreso social y a la promoción de la familia.

Recapitulando

La Virgen María:
Desempeña un papel de excepción en la obra de la salvación
Modelo de todo creyente
Modelo de contemplación
Primera y más fiel discípula
Madre de la Iglesia
Arquetipo de Vida consagrada
Paradigma de mujer nueva
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Documentos
Juan Pablo II: Carta a las mujeres (29-6-95)
Juan Pablo II: Mensaje de para la Jornada Mundial por la Paz (1995)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles: Mujer, ¿por qué lloras? (23-4-97)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles El papel de la mujer a la luz de María (6-12-98)
Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo (31-5-2004)
Benedicto XVI: Audiencia General de los miércoles. Las mujeres al servicio del Evangelio (14-2-2007)
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Ejercicio: ¿Qué acciones podemos llevar a cabo las Damas Salesianas para ser mujeres de paz, como María? Extractarlas del ideario y del Documento de Aparecida, señalando el número de párrafo correspondiente.

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