por P. Alberto Risco, sj.
(español, 1873-1937)
Eres faro en los revueltos mares,
medicina en el lecho de agonía,
luna en las noches de tiniebla fría,
norte de nuestra vida en los azares.
Jamás se oyó decir que en tus altares
acudiese algún hijo, Madre mía,
que no haya visto al punto en alegría
convertidos su llanto y sus pesares.
Llámete el mundo, refulgente aurora
y Rosa y Lirio y diamantina Estrella,
y te llame su Reina y su Señora,
que uniendo yo las gracias que atesora
tu alma, en otra advocación más bella,
te he de llamar:¡María Auxiliadora!
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