La enseñanza de los Papas sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús ha sido siempre aprobada y alabada extraordinariamente. Podemos rastrear los documentos del magisterio hasta Inocencio XII (s. XVII), pero la historia se remonta a los orígenes de la iglesia: en efecto, sería imposible pensar que el amor del corazón de Cristo a nosotros no se le haya ocurrido a nadie en la Iglesia, sino hasta estos últimos siglos. Basta leer a san Pablo en su carta a los Romanos (8, 28-39); a San Juan, tanto en su primera carta como en su evangelio, para comprobar lo presente que en tales textos está la imagen del corazón amoroso de Cristo.
Es decir que existe una tradición apostólica sobre el Corazón de Cristo, que recogen luego los Padres de la Iglesia: San Agustín (+430), San Paulino de Nola (+431), S. Ambrosio (+397), S. Juan Crisóstomo (+407).
En la Edad Media…
Guillermo de Saint Thierry (+ 1148) enseñaba la importancia de entrar de lleno en el Corazón de Jesús.
Bernardo de Claraval (1090-1153), amigo suyo, enseña cómo el Corazón traspasado revela la bondad y caridad para con nosotros.
San Víctor (+1173) decía que no se puede encontrar ternura que iguale a la del Corazón de Jesús.
Santa Clara (+1253) saludaba todos los días varias veces al sagrado corazón
San Buenaventura (+1274) habla del Corazón de Jesús como de una Fuente de Agua Viva a la que todos deben acercarse a beber.
El himno al Corazón de Jesús más antiguo que se conserva se llama Summi Regis Cor Aveto; se cree que lo compuso un monje norbertino de Colonia, (+1241)-pero según se dice, ya lo cantaba San Bernardo de Claraval el siglo anterior.
Muchos santos, además, han tenido experiencias místicas referidas al Corazón de Jesús:
Santa Lutgarda de Brabante, Bélgica (1182-1246). Lutgarda, aunque era inculta, recibió el don de la comprensión de los Salmos latinos. Ella preguntó cuál era la utilidad de ese regalo; entonces nuestro Señor le preguntó a su vez: ¿qué quieres? Ella contestó: Lo que quiero es vuestro Corazón. Jesús entonces le dijo: yo quiero aún más poseer el tuyo. Y entonces intercambiaron corazones.
El Beato Enrique Suso, op. (+1366) vió a un ángel tomar su corazón y unirlo al de Jesús.
Santa Catalina de Siena (+1380), doctora de la Iglesia, eminente por su devoción al Sagrado Corazón. Fue terciaria dominica. Cuando meditaba sobre las palabras del Salmo 51, 12( "Crea en mí, oh Dios, un puro corazón” ), el Señor se le apareció y, abriendo su lado izquierdo, le tomó su corazón. Unos días más tarde, le dio un nuevo corazón diciendo: “Ves, querida hija, hace unos días tomé tu corazón; ahora, de la misma manera, te doy mi propio corazón; en el futuro, es por éste que debes vivir”.
Santa Juliana de Norwich (+1416) tuvo una visión de Jesús invitándola a contemplar el interior de su corazón donde caben todos los que se salvarán.
Santa Verónica Giuliani(1660-1727), capuchina, tuvo una experiencia mística impresionante: vió cómo nuestro Señor le arrebataba el Corazón, lo ponía junto al suyo, se lo daba a la Virgen, que a su vez lo estrechaba, y cómo el Señor grabó con un pincel los nombres de Jesús y María antes de volver a ponerlo en su lugar.
San Francisco de Sales atribuía la fundación de la congregación de la Visitación, a los Corazones de Jesús y María.
Y fue precisamente una salesa de la Visitación, Santa María Margarita de Alacoque, quien recibiría las apariciones que impulsarán la devoción por el mundo entero. Sta. Mª Margarita es contemporánea de S. Juan Eudes (+1680), quien fue el primero que organizó y celebró las fiestas de los Sagrados corazones de Jesús y María, dos corazones inseparables.
Con la ayuda de su director espiritual, San Claudio de la Colombiére, sj.(+1682), la devoción se propagó desde el pequeño convento de Paray-le-Monial a todos los confines de la tierra, con derivaciones insospechadas: el nacimiento del Apostolado de la Oración (1844-P. Francisco Javier Gautrelet, sj.) que tantos frutos de santidad ha logrado, y la Devoción a la Divina Misericordia luego de las revelaciones a Faustina Kowalska.
Sin embargo, nunca faltó la oposición a la devoción al Corazón de Jesús y sus adeptos.
En el siglo XVIII los jansenistas fueron grandes enemigos de esta espiritualidad. Fomentaban la burla y el desprecio, pues pensaban que Dios es más un juez que castiga que un Padre Misericordioso.
Con la supresión de la Compañía de Jesús (1773) grandes propagadores de la devoción, ésta recibió un fuerte golpe. En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. En Austria, el emperador dio orden de que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba que “la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión.” Y la Revolución Francesa castigaba con la pena de muerte a los devotos. A María Antonieta se le encontró guardado entre sus pertenencias, un rústico Detente de papel, y eso fue motivo de gran desprecio por parte de sus verdugos.
En España, en el año 1936, se llevó a cabo un “fusilamiento” del corazón de Jesús. Las fotografías de los diarios muestran a un pelotón de fusilamiento frente al monumento de piedra. No contento con ello, el gobierno republicano dispuso la dinamitación del monumento-que había sido levantado en 1919 por el Rey Alfonso XIII con motivo de la consagración de España al Corazón de Jesús-.
En la segunda mitad del siglo XX la devoción entra en un cono de sombra. Algunos sectores “progresistas” de la Iglesia difunden argumentos descalificadores-no sólo de la devoción al sagrado corazón, sino también de otras prácticas de piedad como el rosario, las novenas, etc.- Se considera que es más importante la dimensión social y política de la fe; que la misericordia de Dios no es compatible con el rigorismo de normas disciplinarias y prescripciones eclesiásticas; que existen cosas socialmente más urgentes que la oración. No pocos católicos empezaron a considerar que devociones de esta clase se acercan más al fetichismo que a la fe madura.
Providencialmente, Juan Pablo II canonizó a Sor Faustina Kowalska y escribe la Encíclica Dives in Misericordia lo que revitalizó la devoción. Hoy, casi no existe parroquia donde no se venere el cuadro de Jesús de la Divina Misericordia, que muestra a Jesús con ríos de misericordia brotando de su corazón.
Recientemente, en mayo de 2006, Benedicto XVI escribe una Carta al prepósito de la Compañía de Jesús, el P. Peter-Hans Kolvenbach, con motivo del 50 aniversario de la Encíclica Haurietis Aguas (y 150 años de la Fiesta del Corazón de Jesús para toda la Iglesia). En esta carta llama la atención sobre la frase que inicia esa encíclica: “sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación”(Is 12,3) palabras que indican claramente cómo el corazón de Jesús es un manantial salvífico de misericordia
Los fundamentos teológicos de la devoción al Sagrado Corazón
La Encíclica Haurietis Aguas, de Pío XII (15-5-1956) constituye la Carta Magna de la Devoción al Sagrado Corazón
Con anterioridad los papas habían escritos importantísimos documentos como fueron Annun Sacrum (León XIII-25/5/1899), Miserentisimus Redemptor (Pío XI- 8/5/1928), junto con los numerosos decretos y bulas autorizando la erección de cofradías y consagrando los países, las familias y el mundo al Corazón de Jesús, etc.
Haurietis Aguas recoge la enseñanza de esos documentos, y plasma con sencillez y gran belleza, pero también con toda precisión la teología del Culto al Divino Corazón. Esta encíclica ha sido considerada la de más alta vuelo contemplativo en toda la historia de la Iglesia.
El Culto al Sagrado Corazón se identifica con el Culto al Verbo Encarnado, es decir, la Eucaristía, y también al Espíritu Santo, de tal suerte que venerando el Corazón, veneramos la Trinidad. Si a la Eucaristía se le debe el culto de latría, al corazón también.
Latría (gr. Adoración) es culto de adoración que sólo se tributa a Dios.
Dulía (gr. Servicio) es es culto que se tributa a lo santos y a las reliquias e imágenes sagradas.
Hiperdulía es dulía en grado eminente; se tributa sólo a la Virgen
¿Por qué le debemos igual culto que a la Eucaristía?
El corazón es símbolo e imagen de la infinita caridad de Dios que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que es el Amor personal del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad. Es símbolo del amor de Dios por el género humano, amor verdadero y espiritual, como conviene a Dios, que es Espíritu.
Pero el corazón también es cuerpo de Cristo; está unido hipostáticamente y por lo tanto indisolublemente a la Persona del Verbo. Una sola hipóstasis (persona), la 2º persona de la Trinidad, que asume la carne humana.
Esto ya fue definido dogmáticamente en los Concilios de Efeso y en el II de Constantinopla (año 381) y reafirmado en el V Concilio de Constantinopla (año 553).
Si veneramos con especial devoción la Sábana Santa, por el sólo hecho de haber rozado la carne del Señor, tanto más veneraremos el cuerpo real, del que el corazón es parte.
La Divina Persona se ha unido a una naturelza humana íntegra y perfecta, concebida en el seno de la Ssma Virgen. Nada faltó a la naturaleza humana. La asumió con todos los constitutivos espirituales y corporales: inteligencia, voluntad, facultades cognoscitivas, pasiones naturales, potencias afectivas y sensibles. Perfecto en divinidad, perfecto en humanidad.
Provisto de un cuerpo humano, con sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, pues sin un corazón no puede haber vida humana.
Y en el corazón de Jesús se manifestaban todas las emociones y sentimientos humanos.
Toda experiencia humana repercute en el corazón. El corazón no produce sentimientos, pero los sentimientos aceleran el pulso, producen taquicardia, elevan la presión arterial. Todo movimiento del corazón puede ser percibido por la persona. Es cierto que los sentimientos fuertes afectan otras vísceras y partes del cuerpo y hasta pueden enfermarlos, pero, ¿quien puede sentir en el páncreas, en el hígado, en el pulmón izquierdo el impacto del amor, del dolor, de la tristeza, de la soledad, de la traición del amigo? Sólo el corazón evidencia la respuesta al estímulo del sentimiento humano.
El corazón de Jesús palpitó con las horas amargas del huerto de los olivos, con la traición de Judas, con la tristeza de la muerte de Lázaro, con la santa indignación por los mercaderes del templo; se llenó de misericordia hacia el buen ladrón, y de amor a sus discípulos cuando les dice: he deseado ardientemente celebrar esta pascua con ustedes (Lc 22,15); se compadeció de los hambrientos, de los enfermos, de los leprosos, de los pecadores Y por fin dejó de latir, hasta la resurrección. Desde entonces, no ha dejado de latir el corazón de Jesús Resucitado.
El Culto al Sagrado Corazón es, por todo lo dicho, la más completa profesión de la religión cristiana. En efecto, nuestra religión se funda en el Hombre –Dios Mediador, de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sin pasar por el Corazón de su Hijo, conforme el mismo lo enseñó: Nadie viene al Padre sino por mí.
Por tanto, este culto constituye la voluntad absoluta de entregarnos y consagrarnos al Amor del Divino Redentor que brota de su corazón traspasado. Nuestro Amor debe corresponder al Amor divino, nuestra voluntad, a la voluntad divina, nuestro corazón debe hacerse semejante al de Jesús.
Cuando el fiel habla de el Corazón de Jesús (la parte), está hablando de Jesús mismo completo (el todo)y por eso en las representaciones del Corazón de Jesús casi siempre se le representa a Jesucristo en persona, completo, pero resaltando su corazón abierto.
Pero a la vez, el Corazón de Jesús hace referencia a aquel aspecto de Jesucristo en el que se da mayor grado de intimidad, porque es el lugar, como ya hemos dicho, donde todas nuestras emociones tienen su repercusión. Es el centro mismo del ser y el lugar donde Dios habla al hombre. Esto resalta con evidencia en el lenguaje común, que no hace más que prolongar el sentido bíblico de la palabra ”corazón”. El idioma español abunda en expresiones como:
Me abrió su corazón. (me hizo confidencias)
Le partió el corazón (le causó gran aflicción)
Me estrujó el corazón. (me dió gran pena)
Tener el corazón blando ( una persona que de todo se compadece)
Hablar con el corazón en la mano( Con toda franqueza y sinceridad)
No le cabía el corazón en el pecho( Estaba muy sobresaltado e inquieto)
Tener mucho corazón. ( Tener gran nobleza)
Tener un corazón de hielo (ser inconmovible)
Tener un corazón de oro (tener una gran bondad)
En conclusión, el culto al corazón de Jesús retoma un uso corriente en la tradición de occidente en cuanto al término “corazón” considerado como el centro del ser humano, sede y manifestación del yo más autentico de su ser. Y es este concepto de corazón en el se funda la idea transmitida en el culto del Corazón de Jesús.
Es decir que existe una tradición apostólica sobre el Corazón de Cristo, que recogen luego los Padres de la Iglesia: San Agustín (+430), San Paulino de Nola (+431), S. Ambrosio (+397), S. Juan Crisóstomo (+407).
En la Edad Media…
Guillermo de Saint Thierry (+ 1148) enseñaba la importancia de entrar de lleno en el Corazón de Jesús.
Bernardo de Claraval (1090-1153), amigo suyo, enseña cómo el Corazón traspasado revela la bondad y caridad para con nosotros.
San Víctor (+1173) decía que no se puede encontrar ternura que iguale a la del Corazón de Jesús.
Santa Clara (+1253) saludaba todos los días varias veces al sagrado corazón
San Buenaventura (+1274) habla del Corazón de Jesús como de una Fuente de Agua Viva a la que todos deben acercarse a beber.
El himno al Corazón de Jesús más antiguo que se conserva se llama Summi Regis Cor Aveto; se cree que lo compuso un monje norbertino de Colonia, (+1241)-pero según se dice, ya lo cantaba San Bernardo de Claraval el siglo anterior.
Muchos santos, además, han tenido experiencias místicas referidas al Corazón de Jesús:
Santa Lutgarda de Brabante, Bélgica (1182-1246). Lutgarda, aunque era inculta, recibió el don de la comprensión de los Salmos latinos. Ella preguntó cuál era la utilidad de ese regalo; entonces nuestro Señor le preguntó a su vez: ¿qué quieres? Ella contestó: Lo que quiero es vuestro Corazón. Jesús entonces le dijo: yo quiero aún más poseer el tuyo. Y entonces intercambiaron corazones.
El Beato Enrique Suso, op. (+1366) vió a un ángel tomar su corazón y unirlo al de Jesús.
Santa Catalina de Siena (+1380), doctora de la Iglesia, eminente por su devoción al Sagrado Corazón. Fue terciaria dominica. Cuando meditaba sobre las palabras del Salmo 51, 12( "Crea en mí, oh Dios, un puro corazón” ), el Señor se le apareció y, abriendo su lado izquierdo, le tomó su corazón. Unos días más tarde, le dio un nuevo corazón diciendo: “Ves, querida hija, hace unos días tomé tu corazón; ahora, de la misma manera, te doy mi propio corazón; en el futuro, es por éste que debes vivir”.
Santa Juliana de Norwich (+1416) tuvo una visión de Jesús invitándola a contemplar el interior de su corazón donde caben todos los que se salvarán.
Santa Verónica Giuliani(1660-1727), capuchina, tuvo una experiencia mística impresionante: vió cómo nuestro Señor le arrebataba el Corazón, lo ponía junto al suyo, se lo daba a la Virgen, que a su vez lo estrechaba, y cómo el Señor grabó con un pincel los nombres de Jesús y María antes de volver a ponerlo en su lugar.
San Francisco de Sales atribuía la fundación de la congregación de la Visitación, a los Corazones de Jesús y María.
Y fue precisamente una salesa de la Visitación, Santa María Margarita de Alacoque, quien recibiría las apariciones que impulsarán la devoción por el mundo entero. Sta. Mª Margarita es contemporánea de S. Juan Eudes (+1680), quien fue el primero que organizó y celebró las fiestas de los Sagrados corazones de Jesús y María, dos corazones inseparables.
Con la ayuda de su director espiritual, San Claudio de la Colombiére, sj.(+1682), la devoción se propagó desde el pequeño convento de Paray-le-Monial a todos los confines de la tierra, con derivaciones insospechadas: el nacimiento del Apostolado de la Oración (1844-P. Francisco Javier Gautrelet, sj.) que tantos frutos de santidad ha logrado, y la Devoción a la Divina Misericordia luego de las revelaciones a Faustina Kowalska.
Sin embargo, nunca faltó la oposición a la devoción al Corazón de Jesús y sus adeptos.
En el siglo XVIII los jansenistas fueron grandes enemigos de esta espiritualidad. Fomentaban la burla y el desprecio, pues pensaban que Dios es más un juez que castiga que un Padre Misericordioso.
Con la supresión de la Compañía de Jesús (1773) grandes propagadores de la devoción, ésta recibió un fuerte golpe. En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. En Austria, el emperador dio orden de que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba que “la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión.” Y la Revolución Francesa castigaba con la pena de muerte a los devotos. A María Antonieta se le encontró guardado entre sus pertenencias, un rústico Detente de papel, y eso fue motivo de gran desprecio por parte de sus verdugos.
En España, en el año 1936, se llevó a cabo un “fusilamiento” del corazón de Jesús. Las fotografías de los diarios muestran a un pelotón de fusilamiento frente al monumento de piedra. No contento con ello, el gobierno republicano dispuso la dinamitación del monumento-que había sido levantado en 1919 por el Rey Alfonso XIII con motivo de la consagración de España al Corazón de Jesús-.
En la segunda mitad del siglo XX la devoción entra en un cono de sombra. Algunos sectores “progresistas” de la Iglesia difunden argumentos descalificadores-no sólo de la devoción al sagrado corazón, sino también de otras prácticas de piedad como el rosario, las novenas, etc.- Se considera que es más importante la dimensión social y política de la fe; que la misericordia de Dios no es compatible con el rigorismo de normas disciplinarias y prescripciones eclesiásticas; que existen cosas socialmente más urgentes que la oración. No pocos católicos empezaron a considerar que devociones de esta clase se acercan más al fetichismo que a la fe madura.
Providencialmente, Juan Pablo II canonizó a Sor Faustina Kowalska y escribe la Encíclica Dives in Misericordia lo que revitalizó la devoción. Hoy, casi no existe parroquia donde no se venere el cuadro de Jesús de la Divina Misericordia, que muestra a Jesús con ríos de misericordia brotando de su corazón.
Recientemente, en mayo de 2006, Benedicto XVI escribe una Carta al prepósito de la Compañía de Jesús, el P. Peter-Hans Kolvenbach, con motivo del 50 aniversario de la Encíclica Haurietis Aguas (y 150 años de la Fiesta del Corazón de Jesús para toda la Iglesia). En esta carta llama la atención sobre la frase que inicia esa encíclica: “sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación”(Is 12,3) palabras que indican claramente cómo el corazón de Jesús es un manantial salvífico de misericordia
Los fundamentos teológicos de la devoción al Sagrado Corazón
La Encíclica Haurietis Aguas, de Pío XII (15-5-1956) constituye la Carta Magna de la Devoción al Sagrado Corazón
Con anterioridad los papas habían escritos importantísimos documentos como fueron Annun Sacrum (León XIII-25/5/1899), Miserentisimus Redemptor (Pío XI- 8/5/1928), junto con los numerosos decretos y bulas autorizando la erección de cofradías y consagrando los países, las familias y el mundo al Corazón de Jesús, etc.
Haurietis Aguas recoge la enseñanza de esos documentos, y plasma con sencillez y gran belleza, pero también con toda precisión la teología del Culto al Divino Corazón. Esta encíclica ha sido considerada la de más alta vuelo contemplativo en toda la historia de la Iglesia.
El Culto al Sagrado Corazón se identifica con el Culto al Verbo Encarnado, es decir, la Eucaristía, y también al Espíritu Santo, de tal suerte que venerando el Corazón, veneramos la Trinidad. Si a la Eucaristía se le debe el culto de latría, al corazón también.
Latría (gr. Adoración) es culto de adoración que sólo se tributa a Dios.
Dulía (gr. Servicio) es es culto que se tributa a lo santos y a las reliquias e imágenes sagradas.
Hiperdulía es dulía en grado eminente; se tributa sólo a la Virgen
¿Por qué le debemos igual culto que a la Eucaristía?
El corazón es símbolo e imagen de la infinita caridad de Dios que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que es el Amor personal del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad. Es símbolo del amor de Dios por el género humano, amor verdadero y espiritual, como conviene a Dios, que es Espíritu.
Pero el corazón también es cuerpo de Cristo; está unido hipostáticamente y por lo tanto indisolublemente a la Persona del Verbo. Una sola hipóstasis (persona), la 2º persona de la Trinidad, que asume la carne humana.
Esto ya fue definido dogmáticamente en los Concilios de Efeso y en el II de Constantinopla (año 381) y reafirmado en el V Concilio de Constantinopla (año 553).
Si veneramos con especial devoción la Sábana Santa, por el sólo hecho de haber rozado la carne del Señor, tanto más veneraremos el cuerpo real, del que el corazón es parte.
La Divina Persona se ha unido a una naturelza humana íntegra y perfecta, concebida en el seno de la Ssma Virgen. Nada faltó a la naturaleza humana. La asumió con todos los constitutivos espirituales y corporales: inteligencia, voluntad, facultades cognoscitivas, pasiones naturales, potencias afectivas y sensibles. Perfecto en divinidad, perfecto en humanidad.
Provisto de un cuerpo humano, con sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, pues sin un corazón no puede haber vida humana.
Y en el corazón de Jesús se manifestaban todas las emociones y sentimientos humanos.
Toda experiencia humana repercute en el corazón. El corazón no produce sentimientos, pero los sentimientos aceleran el pulso, producen taquicardia, elevan la presión arterial. Todo movimiento del corazón puede ser percibido por la persona. Es cierto que los sentimientos fuertes afectan otras vísceras y partes del cuerpo y hasta pueden enfermarlos, pero, ¿quien puede sentir en el páncreas, en el hígado, en el pulmón izquierdo el impacto del amor, del dolor, de la tristeza, de la soledad, de la traición del amigo? Sólo el corazón evidencia la respuesta al estímulo del sentimiento humano.
El corazón de Jesús palpitó con las horas amargas del huerto de los olivos, con la traición de Judas, con la tristeza de la muerte de Lázaro, con la santa indignación por los mercaderes del templo; se llenó de misericordia hacia el buen ladrón, y de amor a sus discípulos cuando les dice: he deseado ardientemente celebrar esta pascua con ustedes (Lc 22,15); se compadeció de los hambrientos, de los enfermos, de los leprosos, de los pecadores Y por fin dejó de latir, hasta la resurrección. Desde entonces, no ha dejado de latir el corazón de Jesús Resucitado.
El Culto al Sagrado Corazón es, por todo lo dicho, la más completa profesión de la religión cristiana. En efecto, nuestra religión se funda en el Hombre –Dios Mediador, de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sin pasar por el Corazón de su Hijo, conforme el mismo lo enseñó: Nadie viene al Padre sino por mí.
Por tanto, este culto constituye la voluntad absoluta de entregarnos y consagrarnos al Amor del Divino Redentor que brota de su corazón traspasado. Nuestro Amor debe corresponder al Amor divino, nuestra voluntad, a la voluntad divina, nuestro corazón debe hacerse semejante al de Jesús.
Cuando el fiel habla de el Corazón de Jesús (la parte), está hablando de Jesús mismo completo (el todo)y por eso en las representaciones del Corazón de Jesús casi siempre se le representa a Jesucristo en persona, completo, pero resaltando su corazón abierto.
Pero a la vez, el Corazón de Jesús hace referencia a aquel aspecto de Jesucristo en el que se da mayor grado de intimidad, porque es el lugar, como ya hemos dicho, donde todas nuestras emociones tienen su repercusión. Es el centro mismo del ser y el lugar donde Dios habla al hombre. Esto resalta con evidencia en el lenguaje común, que no hace más que prolongar el sentido bíblico de la palabra ”corazón”. El idioma español abunda en expresiones como:
Me abrió su corazón. (me hizo confidencias)
Le partió el corazón (le causó gran aflicción)
Me estrujó el corazón. (me dió gran pena)
Tener el corazón blando ( una persona que de todo se compadece)
Hablar con el corazón en la mano( Con toda franqueza y sinceridad)
No le cabía el corazón en el pecho( Estaba muy sobresaltado e inquieto)
Tener mucho corazón. ( Tener gran nobleza)
Tener un corazón de hielo (ser inconmovible)
Tener un corazón de oro (tener una gran bondad)
En conclusión, el culto al corazón de Jesús retoma un uso corriente en la tradición de occidente en cuanto al término “corazón” considerado como el centro del ser humano, sede y manifestación del yo más autentico de su ser. Y es este concepto de corazón en el se funda la idea transmitida en el culto del Corazón de Jesús.
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