Recomienden constantemente y en todas partes la devoción a María Auxiliadora y a Jesús Sacramentado. Prediquen a todos, a grandes y a pequeños, que se acuerden siempre de que son Hijos muy amados de María Auxiliadora
Don Bosco decía...
Recomienden constantemente y en todas partes la devoción a María Auxiliadora y a Jesús Sacramentado. Prediquen a todos, a grandes y a pequeños, que se acuerden siempre de que son Hijos muy amados de María Auxiliadora
Espiritualidad del Sagrado Corazón
La enseñanza de los Papas sobre la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús ha sido siempre aprobada y alabada extraordinariamente. Podemos rastrear los documentos del magisterio hasta Inocencio XII (s. XVII), pero la historia se remonta a los orígenes de la iglesia: en efecto, sería imposible pensar que el amor del corazón de Cristo a nosotros no se le haya ocurrido a nadie en la Iglesia, sino hasta estos últimos siglos. Basta leer a san Pablo en su carta a los Romanos (8, 28-39); a San Juan, tanto en su primera carta como en su evangelio, para comprobar lo presente que en tales textos está la imagen del corazón amoroso de Cristo.
Es decir que existe una tradición apostólica sobre el Corazón de Cristo, que recogen luego los Padres de la Iglesia: San Agustín (+430), San Paulino de Nola (+431), S. Ambrosio (+397), S. Juan Crisóstomo (+407).
En la Edad Media…
Guillermo de Saint Thierry (+ 1148) enseñaba la importancia de entrar de lleno en el Corazón de Jesús.
Bernardo de Claraval (1090-1153), amigo suyo, enseña cómo el Corazón traspasado revela la bondad y caridad para con nosotros.
San Víctor (+1173) decía que no se puede encontrar ternura que iguale a la del Corazón de Jesús.
Santa Clara (+1253) saludaba todos los días varias veces al sagrado corazón
San Buenaventura (+1274) habla del Corazón de Jesús como de una Fuente de Agua Viva a la que todos deben acercarse a beber.
El himno al Corazón de Jesús más antiguo que se conserva se llama Summi Regis Cor Aveto; se cree que lo compuso un monje norbertino de Colonia, (+1241)-pero según se dice, ya lo cantaba San Bernardo de Claraval el siglo anterior.
Muchos santos, además, han tenido experiencias místicas referidas al Corazón de Jesús:
Santa Lutgarda de Brabante, Bélgica (1182-1246). Lutgarda, aunque era inculta, recibió el don de la comprensión de los Salmos latinos. Ella preguntó cuál era la utilidad de ese regalo; entonces nuestro Señor le preguntó a su vez: ¿qué quieres? Ella contestó: Lo que quiero es vuestro Corazón. Jesús entonces le dijo: yo quiero aún más poseer el tuyo. Y entonces intercambiaron corazones.
El Beato Enrique Suso, op. (+1366) vió a un ángel tomar su corazón y unirlo al de Jesús.
Santa Catalina de Siena (+1380), doctora de la Iglesia, eminente por su devoción al Sagrado Corazón. Fue terciaria dominica. Cuando meditaba sobre las palabras del Salmo 51, 12( "Crea en mí, oh Dios, un puro corazón” ), el Señor se le apareció y, abriendo su lado izquierdo, le tomó su corazón. Unos días más tarde, le dio un nuevo corazón diciendo: “Ves, querida hija, hace unos días tomé tu corazón; ahora, de la misma manera, te doy mi propio corazón; en el futuro, es por éste que debes vivir”.
Santa Juliana de Norwich (+1416) tuvo una visión de Jesús invitándola a contemplar el interior de su corazón donde caben todos los que se salvarán.
Santa Verónica Giuliani(1660-1727), capuchina, tuvo una experiencia mística impresionante: vió cómo nuestro Señor le arrebataba el Corazón, lo ponía junto al suyo, se lo daba a la Virgen, que a su vez lo estrechaba, y cómo el Señor grabó con un pincel los nombres de Jesús y María antes de volver a ponerlo en su lugar.
San Francisco de Sales atribuía la fundación de la congregación de la Visitación, a los Corazones de Jesús y María.
Y fue precisamente una salesa de la Visitación, Santa María Margarita de Alacoque, quien recibiría las apariciones que impulsarán la devoción por el mundo entero. Sta. Mª Margarita es contemporánea de S. Juan Eudes (+1680), quien fue el primero que organizó y celebró las fiestas de los Sagrados corazones de Jesús y María, dos corazones inseparables.
Con la ayuda de su director espiritual, San Claudio de la Colombiére, sj.(+1682), la devoción se propagó desde el pequeño convento de Paray-le-Monial a todos los confines de la tierra, con derivaciones insospechadas: el nacimiento del Apostolado de la Oración (1844-P. Francisco Javier Gautrelet, sj.) que tantos frutos de santidad ha logrado, y la Devoción a la Divina Misericordia luego de las revelaciones a Faustina Kowalska.
Sin embargo, nunca faltó la oposición a la devoción al Corazón de Jesús y sus adeptos.
En el siglo XVIII los jansenistas fueron grandes enemigos de esta espiritualidad. Fomentaban la burla y el desprecio, pues pensaban que Dios es más un juez que castiga que un Padre Misericordioso.
Con la supresión de la Compañía de Jesús (1773) grandes propagadores de la devoción, ésta recibió un fuerte golpe. En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. En Austria, el emperador dio orden de que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba que “la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión.” Y la Revolución Francesa castigaba con la pena de muerte a los devotos. A María Antonieta se le encontró guardado entre sus pertenencias, un rústico Detente de papel, y eso fue motivo de gran desprecio por parte de sus verdugos.
En España, en el año 1936, se llevó a cabo un “fusilamiento” del corazón de Jesús. Las fotografías de los diarios muestran a un pelotón de fusilamiento frente al monumento de piedra. No contento con ello, el gobierno republicano dispuso la dinamitación del monumento-que había sido levantado en 1919 por el Rey Alfonso XIII con motivo de la consagración de España al Corazón de Jesús-.
En la segunda mitad del siglo XX la devoción entra en un cono de sombra. Algunos sectores “progresistas” de la Iglesia difunden argumentos descalificadores-no sólo de la devoción al sagrado corazón, sino también de otras prácticas de piedad como el rosario, las novenas, etc.- Se considera que es más importante la dimensión social y política de la fe; que la misericordia de Dios no es compatible con el rigorismo de normas disciplinarias y prescripciones eclesiásticas; que existen cosas socialmente más urgentes que la oración. No pocos católicos empezaron a considerar que devociones de esta clase se acercan más al fetichismo que a la fe madura.
Providencialmente, Juan Pablo II canonizó a Sor Faustina Kowalska y escribe la Encíclica Dives in Misericordia lo que revitalizó la devoción. Hoy, casi no existe parroquia donde no se venere el cuadro de Jesús de la Divina Misericordia, que muestra a Jesús con ríos de misericordia brotando de su corazón.
Recientemente, en mayo de 2006, Benedicto XVI escribe una Carta al prepósito de la Compañía de Jesús, el P. Peter-Hans Kolvenbach, con motivo del 50 aniversario de la Encíclica Haurietis Aguas (y 150 años de la Fiesta del Corazón de Jesús para toda la Iglesia). En esta carta llama la atención sobre la frase que inicia esa encíclica: “sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación”(Is 12,3) palabras que indican claramente cómo el corazón de Jesús es un manantial salvífico de misericordia
Los fundamentos teológicos de la devoción al Sagrado Corazón
La Encíclica Haurietis Aguas, de Pío XII (15-5-1956) constituye la Carta Magna de la Devoción al Sagrado Corazón
Con anterioridad los papas habían escritos importantísimos documentos como fueron Annun Sacrum (León XIII-25/5/1899), Miserentisimus Redemptor (Pío XI- 8/5/1928), junto con los numerosos decretos y bulas autorizando la erección de cofradías y consagrando los países, las familias y el mundo al Corazón de Jesús, etc.
Haurietis Aguas recoge la enseñanza de esos documentos, y plasma con sencillez y gran belleza, pero también con toda precisión la teología del Culto al Divino Corazón. Esta encíclica ha sido considerada la de más alta vuelo contemplativo en toda la historia de la Iglesia.
El Culto al Sagrado Corazón se identifica con el Culto al Verbo Encarnado, es decir, la Eucaristía, y también al Espíritu Santo, de tal suerte que venerando el Corazón, veneramos la Trinidad. Si a la Eucaristía se le debe el culto de latría, al corazón también.
Latría (gr. Adoración) es culto de adoración que sólo se tributa a Dios.
Dulía (gr. Servicio) es es culto que se tributa a lo santos y a las reliquias e imágenes sagradas.
Hiperdulía es dulía en grado eminente; se tributa sólo a la Virgen
¿Por qué le debemos igual culto que a la Eucaristía?
El corazón es símbolo e imagen de la infinita caridad de Dios que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que es el Amor personal del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad. Es símbolo del amor de Dios por el género humano, amor verdadero y espiritual, como conviene a Dios, que es Espíritu.
Pero el corazón también es cuerpo de Cristo; está unido hipostáticamente y por lo tanto indisolublemente a la Persona del Verbo. Una sola hipóstasis (persona), la 2º persona de la Trinidad, que asume la carne humana.
Esto ya fue definido dogmáticamente en los Concilios de Efeso y en el II de Constantinopla (año 381) y reafirmado en el V Concilio de Constantinopla (año 553).
Si veneramos con especial devoción la Sábana Santa, por el sólo hecho de haber rozado la carne del Señor, tanto más veneraremos el cuerpo real, del que el corazón es parte.
La Divina Persona se ha unido a una naturelza humana íntegra y perfecta, concebida en el seno de la Ssma Virgen. Nada faltó a la naturaleza humana. La asumió con todos los constitutivos espirituales y corporales: inteligencia, voluntad, facultades cognoscitivas, pasiones naturales, potencias afectivas y sensibles. Perfecto en divinidad, perfecto en humanidad.
Provisto de un cuerpo humano, con sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, pues sin un corazón no puede haber vida humana.
Y en el corazón de Jesús se manifestaban todas las emociones y sentimientos humanos.
Toda experiencia humana repercute en el corazón. El corazón no produce sentimientos, pero los sentimientos aceleran el pulso, producen taquicardia, elevan la presión arterial. Todo movimiento del corazón puede ser percibido por la persona. Es cierto que los sentimientos fuertes afectan otras vísceras y partes del cuerpo y hasta pueden enfermarlos, pero, ¿quien puede sentir en el páncreas, en el hígado, en el pulmón izquierdo el impacto del amor, del dolor, de la tristeza, de la soledad, de la traición del amigo? Sólo el corazón evidencia la respuesta al estímulo del sentimiento humano.
El corazón de Jesús palpitó con las horas amargas del huerto de los olivos, con la traición de Judas, con la tristeza de la muerte de Lázaro, con la santa indignación por los mercaderes del templo; se llenó de misericordia hacia el buen ladrón, y de amor a sus discípulos cuando les dice: he deseado ardientemente celebrar esta pascua con ustedes (Lc 22,15); se compadeció de los hambrientos, de los enfermos, de los leprosos, de los pecadores Y por fin dejó de latir, hasta la resurrección. Desde entonces, no ha dejado de latir el corazón de Jesús Resucitado.
El Culto al Sagrado Corazón es, por todo lo dicho, la más completa profesión de la religión cristiana. En efecto, nuestra religión se funda en el Hombre –Dios Mediador, de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sin pasar por el Corazón de su Hijo, conforme el mismo lo enseñó: Nadie viene al Padre sino por mí.
Por tanto, este culto constituye la voluntad absoluta de entregarnos y consagrarnos al Amor del Divino Redentor que brota de su corazón traspasado. Nuestro Amor debe corresponder al Amor divino, nuestra voluntad, a la voluntad divina, nuestro corazón debe hacerse semejante al de Jesús.
Cuando el fiel habla de el Corazón de Jesús (la parte), está hablando de Jesús mismo completo (el todo)y por eso en las representaciones del Corazón de Jesús casi siempre se le representa a Jesucristo en persona, completo, pero resaltando su corazón abierto.
Pero a la vez, el Corazón de Jesús hace referencia a aquel aspecto de Jesucristo en el que se da mayor grado de intimidad, porque es el lugar, como ya hemos dicho, donde todas nuestras emociones tienen su repercusión. Es el centro mismo del ser y el lugar donde Dios habla al hombre. Esto resalta con evidencia en el lenguaje común, que no hace más que prolongar el sentido bíblico de la palabra ”corazón”. El idioma español abunda en expresiones como:
Me abrió su corazón. (me hizo confidencias)
Le partió el corazón (le causó gran aflicción)
Me estrujó el corazón. (me dió gran pena)
Tener el corazón blando ( una persona que de todo se compadece)
Hablar con el corazón en la mano( Con toda franqueza y sinceridad)
No le cabía el corazón en el pecho( Estaba muy sobresaltado e inquieto)
Tener mucho corazón. ( Tener gran nobleza)
Tener un corazón de hielo (ser inconmovible)
Tener un corazón de oro (tener una gran bondad)
En conclusión, el culto al corazón de Jesús retoma un uso corriente en la tradición de occidente en cuanto al término “corazón” considerado como el centro del ser humano, sede y manifestación del yo más autentico de su ser. Y es este concepto de corazón en el se funda la idea transmitida en el culto del Corazón de Jesús.
Es decir que existe una tradición apostólica sobre el Corazón de Cristo, que recogen luego los Padres de la Iglesia: San Agustín (+430), San Paulino de Nola (+431), S. Ambrosio (+397), S. Juan Crisóstomo (+407).
En la Edad Media…
Guillermo de Saint Thierry (+ 1148) enseñaba la importancia de entrar de lleno en el Corazón de Jesús.
Bernardo de Claraval (1090-1153), amigo suyo, enseña cómo el Corazón traspasado revela la bondad y caridad para con nosotros.
San Víctor (+1173) decía que no se puede encontrar ternura que iguale a la del Corazón de Jesús.
Santa Clara (+1253) saludaba todos los días varias veces al sagrado corazón
San Buenaventura (+1274) habla del Corazón de Jesús como de una Fuente de Agua Viva a la que todos deben acercarse a beber.
El himno al Corazón de Jesús más antiguo que se conserva se llama Summi Regis Cor Aveto; se cree que lo compuso un monje norbertino de Colonia, (+1241)-pero según se dice, ya lo cantaba San Bernardo de Claraval el siglo anterior.
Muchos santos, además, han tenido experiencias místicas referidas al Corazón de Jesús:
Santa Lutgarda de Brabante, Bélgica (1182-1246). Lutgarda, aunque era inculta, recibió el don de la comprensión de los Salmos latinos. Ella preguntó cuál era la utilidad de ese regalo; entonces nuestro Señor le preguntó a su vez: ¿qué quieres? Ella contestó: Lo que quiero es vuestro Corazón. Jesús entonces le dijo: yo quiero aún más poseer el tuyo. Y entonces intercambiaron corazones.
El Beato Enrique Suso, op. (+1366) vió a un ángel tomar su corazón y unirlo al de Jesús.
Santa Catalina de Siena (+1380), doctora de la Iglesia, eminente por su devoción al Sagrado Corazón. Fue terciaria dominica. Cuando meditaba sobre las palabras del Salmo 51, 12( "Crea en mí, oh Dios, un puro corazón” ), el Señor se le apareció y, abriendo su lado izquierdo, le tomó su corazón. Unos días más tarde, le dio un nuevo corazón diciendo: “Ves, querida hija, hace unos días tomé tu corazón; ahora, de la misma manera, te doy mi propio corazón; en el futuro, es por éste que debes vivir”.
Santa Juliana de Norwich (+1416) tuvo una visión de Jesús invitándola a contemplar el interior de su corazón donde caben todos los que se salvarán.
Santa Verónica Giuliani(1660-1727), capuchina, tuvo una experiencia mística impresionante: vió cómo nuestro Señor le arrebataba el Corazón, lo ponía junto al suyo, se lo daba a la Virgen, que a su vez lo estrechaba, y cómo el Señor grabó con un pincel los nombres de Jesús y María antes de volver a ponerlo en su lugar.
San Francisco de Sales atribuía la fundación de la congregación de la Visitación, a los Corazones de Jesús y María.
Y fue precisamente una salesa de la Visitación, Santa María Margarita de Alacoque, quien recibiría las apariciones que impulsarán la devoción por el mundo entero. Sta. Mª Margarita es contemporánea de S. Juan Eudes (+1680), quien fue el primero que organizó y celebró las fiestas de los Sagrados corazones de Jesús y María, dos corazones inseparables.
Con la ayuda de su director espiritual, San Claudio de la Colombiére, sj.(+1682), la devoción se propagó desde el pequeño convento de Paray-le-Monial a todos los confines de la tierra, con derivaciones insospechadas: el nacimiento del Apostolado de la Oración (1844-P. Francisco Javier Gautrelet, sj.) que tantos frutos de santidad ha logrado, y la Devoción a la Divina Misericordia luego de las revelaciones a Faustina Kowalska.
Sin embargo, nunca faltó la oposición a la devoción al Corazón de Jesús y sus adeptos.
En el siglo XVIII los jansenistas fueron grandes enemigos de esta espiritualidad. Fomentaban la burla y el desprecio, pues pensaban que Dios es más un juez que castiga que un Padre Misericordioso.
Con la supresión de la Compañía de Jesús (1773) grandes propagadores de la devoción, ésta recibió un fuerte golpe. En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. En Austria, el emperador dio orden de que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba que “la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión.” Y la Revolución Francesa castigaba con la pena de muerte a los devotos. A María Antonieta se le encontró guardado entre sus pertenencias, un rústico Detente de papel, y eso fue motivo de gran desprecio por parte de sus verdugos.
En España, en el año 1936, se llevó a cabo un “fusilamiento” del corazón de Jesús. Las fotografías de los diarios muestran a un pelotón de fusilamiento frente al monumento de piedra. No contento con ello, el gobierno republicano dispuso la dinamitación del monumento-que había sido levantado en 1919 por el Rey Alfonso XIII con motivo de la consagración de España al Corazón de Jesús-.
En la segunda mitad del siglo XX la devoción entra en un cono de sombra. Algunos sectores “progresistas” de la Iglesia difunden argumentos descalificadores-no sólo de la devoción al sagrado corazón, sino también de otras prácticas de piedad como el rosario, las novenas, etc.- Se considera que es más importante la dimensión social y política de la fe; que la misericordia de Dios no es compatible con el rigorismo de normas disciplinarias y prescripciones eclesiásticas; que existen cosas socialmente más urgentes que la oración. No pocos católicos empezaron a considerar que devociones de esta clase se acercan más al fetichismo que a la fe madura.
Providencialmente, Juan Pablo II canonizó a Sor Faustina Kowalska y escribe la Encíclica Dives in Misericordia lo que revitalizó la devoción. Hoy, casi no existe parroquia donde no se venere el cuadro de Jesús de la Divina Misericordia, que muestra a Jesús con ríos de misericordia brotando de su corazón.
Recientemente, en mayo de 2006, Benedicto XVI escribe una Carta al prepósito de la Compañía de Jesús, el P. Peter-Hans Kolvenbach, con motivo del 50 aniversario de la Encíclica Haurietis Aguas (y 150 años de la Fiesta del Corazón de Jesús para toda la Iglesia). En esta carta llama la atención sobre la frase que inicia esa encíclica: “sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación”(Is 12,3) palabras que indican claramente cómo el corazón de Jesús es un manantial salvífico de misericordia
Los fundamentos teológicos de la devoción al Sagrado Corazón
La Encíclica Haurietis Aguas, de Pío XII (15-5-1956) constituye la Carta Magna de la Devoción al Sagrado Corazón
Con anterioridad los papas habían escritos importantísimos documentos como fueron Annun Sacrum (León XIII-25/5/1899), Miserentisimus Redemptor (Pío XI- 8/5/1928), junto con los numerosos decretos y bulas autorizando la erección de cofradías y consagrando los países, las familias y el mundo al Corazón de Jesús, etc.
Haurietis Aguas recoge la enseñanza de esos documentos, y plasma con sencillez y gran belleza, pero también con toda precisión la teología del Culto al Divino Corazón. Esta encíclica ha sido considerada la de más alta vuelo contemplativo en toda la historia de la Iglesia.
El Culto al Sagrado Corazón se identifica con el Culto al Verbo Encarnado, es decir, la Eucaristía, y también al Espíritu Santo, de tal suerte que venerando el Corazón, veneramos la Trinidad. Si a la Eucaristía se le debe el culto de latría, al corazón también.
Latría (gr. Adoración) es culto de adoración que sólo se tributa a Dios.
Dulía (gr. Servicio) es es culto que se tributa a lo santos y a las reliquias e imágenes sagradas.
Hiperdulía es dulía en grado eminente; se tributa sólo a la Virgen
¿Por qué le debemos igual culto que a la Eucaristía?
El corazón es símbolo e imagen de la infinita caridad de Dios que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que es el Amor personal del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad. Es símbolo del amor de Dios por el género humano, amor verdadero y espiritual, como conviene a Dios, que es Espíritu.
Pero el corazón también es cuerpo de Cristo; está unido hipostáticamente y por lo tanto indisolublemente a la Persona del Verbo. Una sola hipóstasis (persona), la 2º persona de la Trinidad, que asume la carne humana.
Esto ya fue definido dogmáticamente en los Concilios de Efeso y en el II de Constantinopla (año 381) y reafirmado en el V Concilio de Constantinopla (año 553).
Si veneramos con especial devoción la Sábana Santa, por el sólo hecho de haber rozado la carne del Señor, tanto más veneraremos el cuerpo real, del que el corazón es parte.
La Divina Persona se ha unido a una naturelza humana íntegra y perfecta, concebida en el seno de la Ssma Virgen. Nada faltó a la naturaleza humana. La asumió con todos los constitutivos espirituales y corporales: inteligencia, voluntad, facultades cognoscitivas, pasiones naturales, potencias afectivas y sensibles. Perfecto en divinidad, perfecto en humanidad.
Provisto de un cuerpo humano, con sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, pues sin un corazón no puede haber vida humana.
Y en el corazón de Jesús se manifestaban todas las emociones y sentimientos humanos.
Toda experiencia humana repercute en el corazón. El corazón no produce sentimientos, pero los sentimientos aceleran el pulso, producen taquicardia, elevan la presión arterial. Todo movimiento del corazón puede ser percibido por la persona. Es cierto que los sentimientos fuertes afectan otras vísceras y partes del cuerpo y hasta pueden enfermarlos, pero, ¿quien puede sentir en el páncreas, en el hígado, en el pulmón izquierdo el impacto del amor, del dolor, de la tristeza, de la soledad, de la traición del amigo? Sólo el corazón evidencia la respuesta al estímulo del sentimiento humano.
El corazón de Jesús palpitó con las horas amargas del huerto de los olivos, con la traición de Judas, con la tristeza de la muerte de Lázaro, con la santa indignación por los mercaderes del templo; se llenó de misericordia hacia el buen ladrón, y de amor a sus discípulos cuando les dice: he deseado ardientemente celebrar esta pascua con ustedes (Lc 22,15); se compadeció de los hambrientos, de los enfermos, de los leprosos, de los pecadores Y por fin dejó de latir, hasta la resurrección. Desde entonces, no ha dejado de latir el corazón de Jesús Resucitado.
El Culto al Sagrado Corazón es, por todo lo dicho, la más completa profesión de la religión cristiana. En efecto, nuestra religión se funda en el Hombre –Dios Mediador, de manera que no se puede llegar al Corazón de Dios sin pasar por el Corazón de su Hijo, conforme el mismo lo enseñó: Nadie viene al Padre sino por mí.
Por tanto, este culto constituye la voluntad absoluta de entregarnos y consagrarnos al Amor del Divino Redentor que brota de su corazón traspasado. Nuestro Amor debe corresponder al Amor divino, nuestra voluntad, a la voluntad divina, nuestro corazón debe hacerse semejante al de Jesús.
Cuando el fiel habla de el Corazón de Jesús (la parte), está hablando de Jesús mismo completo (el todo)y por eso en las representaciones del Corazón de Jesús casi siempre se le representa a Jesucristo en persona, completo, pero resaltando su corazón abierto.
Pero a la vez, el Corazón de Jesús hace referencia a aquel aspecto de Jesucristo en el que se da mayor grado de intimidad, porque es el lugar, como ya hemos dicho, donde todas nuestras emociones tienen su repercusión. Es el centro mismo del ser y el lugar donde Dios habla al hombre. Esto resalta con evidencia en el lenguaje común, que no hace más que prolongar el sentido bíblico de la palabra ”corazón”. El idioma español abunda en expresiones como:
Me abrió su corazón. (me hizo confidencias)
Le partió el corazón (le causó gran aflicción)
Me estrujó el corazón. (me dió gran pena)
Tener el corazón blando ( una persona que de todo se compadece)
Hablar con el corazón en la mano( Con toda franqueza y sinceridad)
No le cabía el corazón en el pecho( Estaba muy sobresaltado e inquieto)
Tener mucho corazón. ( Tener gran nobleza)
Tener un corazón de hielo (ser inconmovible)
Tener un corazón de oro (tener una gran bondad)
En conclusión, el culto al corazón de Jesús retoma un uso corriente en la tradición de occidente en cuanto al término “corazón” considerado como el centro del ser humano, sede y manifestación del yo más autentico de su ser. Y es este concepto de corazón en el se funda la idea transmitida en el culto del Corazón de Jesús.
Vocación de la mujer
La vocación de la mujer a la luz de María
María desempeña un papel excepcional en la obra de la salvación, y constituye un modelo paradigmático para todo creyente. La auténtica piedad mariana ha de consistir en saber abandonarse y dejarse guiar por María hacia la plenitud del encuentro con su Hijo. Ella nos indica el camino para participar de la redención.
Es modelo de identificación y de contemplación válido para hombres y mujeres. Pero en especial para la mujer ya que los problemas femeninos encuentran solución estudiando la conducta de María.
María modelo de discípula.
María fue la primera mujer que escuchó de Jesús, en la intimidad de su alma, las palabras: ’Ven, sígueme’. Fue la primera seguidora y discípula de Jesús. Ella respondió siempre, con docilidad y generosidad, al llamado de su Hijo. Siguió a Cristo en la sencillez y ocultamiento de Nazaret; en la predicación, en la persecución, en la incomprensión de los hombres. Lo siguió hasta la cruz y la resurrección. Finalmente, siguió a Cristo, en cuerpo y alma, hasta la gloria de los cielos. María es, pues, la primera, la más auténtica y fiel, la más santa y perfecta seguidora y discípula de Cristo.
Es la primera imitadora de Jesús, modelo de aproximación a Jesús: por María a Jesús. No es sólo la mujer que llenamos de elogios en una letanía, ni exclusivamente nuestra intercesora, sino el modelo de aceptar el plan de Dios sobre nosotros.
María, Madre de la Iglesia
En las palabras de Cristo crucificado en el Gólgota: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Juan19, 26) se le reconoce su función de madre universal de los creyentes. Y aún después de su Asunción, glorificada en el cielo, ejerce su cuidado maternal sobre los hijos que le fueron confiados; sometidos todavía a los peligros de la acción disgregadora del pecado, necesitamos de sus cuidados constantes, de su intercesión
En María Madre la mujer de hoy encuentra una actitud y disposición a acoger la maternidad como don y vocación de Dios; ser madre implica llevar a cabo la misión de dar y custodiar la vida. El corazón de una familia es con toda certeza el corazón de la madre, ya que ella es el punto de confluencia de todos los dolores y de todas las alegrías de la familia. Dios le ha entregado a la esencia femenina la capacidad de ternura, de entrega, de congregar a todos en la seguridad de la unión.
María, modelo de virginidad fecunda
Renunciando a la fecundidad humana por docilidad al Espíritu Santo, se consagra totalmente al servicio del reino de Dios y vive una relación única con la Santísima Trinidad, puesto que es al mismo tiempo Madre, hija y esposa de Dios. A imitación suya, debemos sentirnos impulsados a vivir también nosotros en perenne comunión de amor con El.
María modelo de vida consagrada y servicial
María desempeña un papel excepcional en la obra de la salvación, y constituye un modelo paradigmático para todo creyente. La auténtica piedad mariana ha de consistir en saber abandonarse y dejarse guiar por María hacia la plenitud del encuentro con su Hijo. Ella nos indica el camino para participar de la redención.
Es modelo de identificación y de contemplación válido para hombres y mujeres. Pero en especial para la mujer ya que los problemas femeninos encuentran solución estudiando la conducta de María.
María modelo de discípula.
María fue la primera mujer que escuchó de Jesús, en la intimidad de su alma, las palabras: ’Ven, sígueme’. Fue la primera seguidora y discípula de Jesús. Ella respondió siempre, con docilidad y generosidad, al llamado de su Hijo. Siguió a Cristo en la sencillez y ocultamiento de Nazaret; en la predicación, en la persecución, en la incomprensión de los hombres. Lo siguió hasta la cruz y la resurrección. Finalmente, siguió a Cristo, en cuerpo y alma, hasta la gloria de los cielos. María es, pues, la primera, la más auténtica y fiel, la más santa y perfecta seguidora y discípula de Cristo.
Es la primera imitadora de Jesús, modelo de aproximación a Jesús: por María a Jesús. No es sólo la mujer que llenamos de elogios en una letanía, ni exclusivamente nuestra intercesora, sino el modelo de aceptar el plan de Dios sobre nosotros.
María, Madre de la Iglesia
En las palabras de Cristo crucificado en el Gólgota: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Juan19, 26) se le reconoce su función de madre universal de los creyentes. Y aún después de su Asunción, glorificada en el cielo, ejerce su cuidado maternal sobre los hijos que le fueron confiados; sometidos todavía a los peligros de la acción disgregadora del pecado, necesitamos de sus cuidados constantes, de su intercesión
En María Madre la mujer de hoy encuentra una actitud y disposición a acoger la maternidad como don y vocación de Dios; ser madre implica llevar a cabo la misión de dar y custodiar la vida. El corazón de una familia es con toda certeza el corazón de la madre, ya que ella es el punto de confluencia de todos los dolores y de todas las alegrías de la familia. Dios le ha entregado a la esencia femenina la capacidad de ternura, de entrega, de congregar a todos en la seguridad de la unión.
María, modelo de virginidad fecunda
Renunciando a la fecundidad humana por docilidad al Espíritu Santo, se consagra totalmente al servicio del reino de Dios y vive una relación única con la Santísima Trinidad, puesto que es al mismo tiempo Madre, hija y esposa de Dios. A imitación suya, debemos sentirnos impulsados a vivir también nosotros en perenne comunión de amor con El.
María modelo de vida consagrada y servicial
La vida religiosa, vista a la luz de la vida de María, adquiere un nuevo esplendor. Que María es modelo de vida consagrada es una verdad fundada en la Escritura, en los padres y doctores de la iglesia y en el magisterio. Después de Cristo, es María ejemplo supremo de vida consagrada. Todas las religiosas y religiosos deben sentirse felices de poder tomar a María como modelo, ejemplo, norma, guía, fundamento, apoyo y amparo de su vida consagrada. Así, con esta fuente de inspiración en el servicio, debemos estar atentas a las necesidades del mundo que nos rodea, demostrar interés por todo lo que afecta al ser humano, comprometernos con el quehacer de la vida misma, decir “hágase” con confianza y valentía
Modelo de mujer nueva
El hombre desde sus mismos orígenes ansía con anhelo la novedad. Ahí está la clave de la ciencia y del progreso, de la técnica y del arte, de la filosofía y de la religión. Dios es la fuente de toda novedad en la historia. Mujer nueva será aquella que más viva llena de Dios y de su Espíritu. Esa mujer nueva por excelencia es María Santísima. Ella, en efecto, es la llena de gracia de Dios; ella formó en su seno virginal al Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos, el Hombre nuevo por antonomasia. Toda mujer que busque la verdadera novedad, no efímera ni pasajera sino perenne, ha de mirar a María y verla reflejada en Ella. Ella encarna la Novedad de Dios. Ella es nueva porque es plenitud de gracia, de santidad, de amor, plenitud recibida de la fuente inagotable del ser y de la vida que es Dios.
¿Cómo encarnar las virtudes de María? ¿Cómo plasmarlas concretamente en la vida de las mujeres? Juan Pablo II nos da una pista en un mensaje de 1995: pide a las mujeres ser educadoras para la paz, con todo su ser, en todo su accionar. Ser testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones interpersonales, en la familia, en la vida cultural, social y política.
Esta llamada a ser educadora de paz se basa en la consideración de que Dios le confía a ella el hombre – es decir, el ser humano-. El hombre encuentra en la mujer una interlocutora que está en pie de total igualad con él. Por eso Adán se admira al verla diciendo “esta es carne de mi carne y huesos de mis huesos”. No hay otro ser en la creación que le iguale. Se siente identificado, ayudado, complementado. En la creación de la mujer está inscripto el principio de ayuda (no es bueno que el hombre esté solo). Pero ciertamente que no es una ayuda unilateral, sino recíproca. La feminidad y la masculinidad realizan lo humano, cada uno con una modulación propia que complementa al otro y lo plenifica. No significa que Dios los haya creado incompletos sino que los crea como una comunidad de personas en la que cada uno puede ser ayuda para el otro porque son iguales en cuanto personas, son iguales en dignidad (y al mismo tiempo diversos y con peculiaridades y prerrogativas propias)
El Papa nos dice que es preciso volver al designio original de Dios sobre la pareja humana, designio perturbado, frustrado por una larga historia de pecado. Sólo la paz pude reencauzar la vocación del ser humano, y en la construcción de la paz, no se puede prescindir de la mujer. Esta es insustituible. Pero para construir la paz, para educar en la paz, la mujer debe cultivarla en ella misma. El materialismo, el hedonismo, el aborto, el divorcio, la promiscuidad, la impudicia, la discriminación, la violencia, la guerra conspiran contra la paz interior de las mujeres, y nadie puede dar lo que no posee. No podemos dar paz, si no tenemos paz. Por tanto, como mujeres católicas, debemos ser educadoras de paz social. ¿Cómo? Con nuestra presencia en la vida social, económica, política, científica, religiosa; a nivel local, nacional o internacional; insertándonos en distintos ámbitos públicos y privados, en todo lugar donde deba ser protegido y afirmado el derecho de la mujer; aportando al progreso social y a la promoción de la familia.
Recapitulando
La Virgen María:
Desempeña un papel de excepción en la obra de la salvación
Modelo de todo creyente
Modelo de contemplación
Primera y más fiel discípula
Madre de la Iglesia
Arquetipo de Vida consagrada
Paradigma de mujer nueva
_________
Documentos
Juan Pablo II: Carta a las mujeres (29-6-95)
Juan Pablo II: Mensaje de para la Jornada Mundial por la Paz (1995)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles: Mujer, ¿por qué lloras? (23-4-97)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles El papel de la mujer a la luz de María (6-12-98)
Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo (31-5-2004)
Benedicto XVI: Audiencia General de los miércoles. Las mujeres al servicio del Evangelio (14-2-2007)_________
Ejercicio: ¿Qué acciones podemos llevar a cabo las Damas Salesianas para ser mujeres de paz, como María? Extractarlas del ideario y del Documento de Aparecida, señalando el número de párrafo correspondiente.
La Virgen María:
Desempeña un papel de excepción en la obra de la salvación
Modelo de todo creyente
Modelo de contemplación
Primera y más fiel discípula
Madre de la Iglesia
Arquetipo de Vida consagrada
Paradigma de mujer nueva
_________
Documentos
Juan Pablo II: Carta a las mujeres (29-6-95)
Juan Pablo II: Mensaje de para la Jornada Mundial por la Paz (1995)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles: Mujer, ¿por qué lloras? (23-4-97)
Juan Pablo II: Catequesis durante la Audiencia General de los miércoles El papel de la mujer a la luz de María (6-12-98)
Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo (31-5-2004)
Benedicto XVI: Audiencia General de los miércoles. Las mujeres al servicio del Evangelio (14-2-2007)_________
Ejercicio: ¿Qué acciones podemos llevar a cabo las Damas Salesianas para ser mujeres de paz, como María? Extractarlas del ideario y del Documento de Aparecida, señalando el número de párrafo correspondiente.
A María Auxiliadora
por P. Alberto Risco, sj.
(español, 1873-1937)
Eres faro en los revueltos mares,
medicina en el lecho de agonía,
luna en las noches de tiniebla fría,
norte de nuestra vida en los azares.
Jamás se oyó decir que en tus altares
acudiese algún hijo, Madre mía,
que no haya visto al punto en alegría
convertidos su llanto y sus pesares.
Llámete el mundo, refulgente aurora
y Rosa y Lirio y diamantina Estrella,
y te llame su Reina y su Señora,
que uniendo yo las gracias que atesora
tu alma, en otra advocación más bella,
te he de llamar:¡María Auxiliadora!
Eusebia Palomino
Eusebia Palomino, tren de cercanías
Por Francisco Rodríguez de Coro, sdb
La vida de Eusebia Palomino es un tren de cercanías que abarca cielo y tierra, que une lo creado y lo increado por medio de Jesucristo. Las tragedias humanas empiezan cuando el hombre se empeña –sin comprenderlo muchas veces- en crear distancias de egoísmo, de olvido, de desamor.
Por Francisco Rodríguez de Coro, sdb
Fuente: salesianos-madrid
La vida de Eusebia Palomino es un tren de cercanías que abarca cielo y tierra, que une lo creado y lo increado por medio de Jesucristo. Las tragedias humanas empiezan cuando el hombre se empeña –sin comprenderlo muchas veces- en crear distancias de egoísmo, de olvido, de desamor.
Eusebia Palomino nació en Cantalpino, Salamanca, el 15 de diciembre de 1889, para recordarnos que el cristianismo es la fe de las cercanías y que sólo puede vivirse en la proximidad.
Desde muy pequeña fue de su pueblo a Salamanca para cuidar con cariño a pobres y enfermos. A su vera empezó a maternizarse la ternura. Le ahogaba ver llorar.
Desde muy pequeña fue de su pueblo a Salamanca para cuidar con cariño a pobres y enfermos. A su vera empezó a maternizarse la ternura. Le ahogaba ver llorar.
En el invierno de 1917 una amiga la encamina al colegio de las salesianas de Salamanca. Necesitaba una imagen de la Virgen para fijar sus afectos y la encontró en María Auxiliadora.
1917 es el año de la triple crisis española: la militar de las Juntas de Defensa, la democrática de la Asamblea de Parlamentarios y la obrerista de la gran huelga de agosto.
1917 es el año de la triple crisis española: la militar de las Juntas de Defensa, la democrática de la Asamblea de Parlamentarios y la obrerista de la gran huelga de agosto.
La vocación de hija de María Auxiliadora va creciendo dentro de sus años jóvenes y en abril de 1921 le pide a Enriqueta Sorbone, vicaria general, de paso por Salamanca, hacerse salesiana. Ella, físicamente menudita, tenía vocación de ganar estatura religiosa. El 5 de agosto de 1924 pronunció sus votos.
Primero fue enviada a Sarriá como cocinera, portera y ropera. Después a Valverde del Camino (Huelva). Eusebia cayó en Valverde como un tornado celestial.
Párroco, seminaristas, padres, madres, chicos, chicas, de Valverde y, después, de todos los pueblos cercanos, comenzaron a “atarse a Jesús con la cadena de María”. Se trataba de la devoción a María, según la doctrina de Luis Mª Grignon de Monfort. Todo, todo, se debía al tirón dulce y fuerte del alma de Eusebia.
Párroco, seminaristas, padres, madres, chicos, chicas, de Valverde y, después, de todos los pueblos cercanos, comenzaron a “atarse a Jesús con la cadena de María”. Se trataba de la devoción a María, según la doctrina de Luis Mª Grignon de Monfort. Todo, todo, se debía al tirón dulce y fuerte del alma de Eusebia.
La trascendencia de Jesús que vivía Eusebia no era la de la distancia, sino la de la intimidad. Desde la pobre cocina del esquinado colegio de Valverde había estallado la chispa que ponía la gente a los pies de la cruz.
1933, 1934, 1935. Llegaban relentes de guerra. Eusebia pensó ofrecerse como víctima. Tenía asma, sufría de hígado y de corazón. No importaba. Seguía amando con el optimismo gangrenado de la enfermedad. Que nuestro viaje no debe ser más allá de las estrellas, sino al fondo de nuestro propio corazón.
Moría el 10 de febrero de 1935. Todo el pueblo de Valverde tuvo un estremecimiento de alma, concéntrico al alto estruendo de su voz: “¡Sor Eusebia es una santa!”.
El derrame de simpatía y popularidad de Eusebia ha estirado el clima hasta llenarlo de prodigios. Sor Eusebia protege, nos protege, y quien nos protege nos puede robar el alma.
Se dijo de Don Bosco...
DIJO PORTALUPPI:
La alegría de su alma, más que a una modalidad peculiar de su espíritu, responde a una exigencia típica de su vocación educadora.....Evoca el espíritu de la tradicional religiosidad italiana personificada en San Felipe Neri y mantenida en forma de suavidad dulce, alegre y confiada en San Alfonso María de Ligorio, tal como la había legado San Francisco de Asís poetizando y cantando.
Don Bosco decía...
Memorable entrevista
Turín, c. 1866
Entre las audiencias que San Juan Bosco concedió durante su estada en París, hay una que es de especial mención.
Una tarde, un anciano de noble aspecto, aunque sombrío y altivo, pidió ver a Don Bosco negándose a dar su nombre. Introducido en la antesala, esperó tres largas horas mientras llegaba su turno y entró a las once de la noche en la estancia del humilde sacerdote.
Parecía que aquel anciano considerase al siervo de Dios como un hombre extraordinario y no quisiese ser reconocido por él. Contempló un instante a aquel hombre cuyo nombre iba de boca en boca, reconoció en él a un hombre sencillo, humilde, dócil, a uno de esos hombres que se posesionan fácilmente de los corazones.
Sus primeras palabras a Don Bosco fueron:
-No os extrañéis, señor, que os diga que soy un incrédulo, y que no doy, por consiguiente, la menor fe a los milagros que de vos se cuentan.
Don Bosco dio al forastero una de esas miradas que penetran hasta el fondo del alma, y que atan con vínculos indisolubles. Luego respondió dulcemente:
-Ignoro a quién tengo el honor de hablar y no intento saberlo. Os aseguro que no procuraré haceros creer lo que no queréis admitir, ni os trataré temas de religión, si eso no es de vuestro agrado. Con todo, decidme: ¿habéis pensado del mismo modo toda vuestra vida?
-En la infancia mis creencias eran las de mis padres y amigos; pero desde que pude razonar, dejé a un lado la religión para vivir como un filósofo.
-¿Qué entendéis por estas palabras: vivir como un filósofo?
-Llevar una vida feliz, sin preocuparse de lo sobrenatural, ni de la vida futura, medio de que los sacerdotes se sirven para intimidar a las gentes sencillas y poco instruidas.
-¿Y qué admitís respecto de la vida futura?
-No perdamos tiempo en tratar esta cuestión: hablaré de la vida futura cuando me encuentre en lo futuro.
-Veo que os chanceáis. Pero tened la bondad de escucharme. En cualquier día os puede sobrevenir una enfermedad imprevista.
-Sin duda, respondió el caballero, tanto más que a mi edad, uno está expuesto a mil enfermedades.
Una tarde, un anciano de noble aspecto, aunque sombrío y altivo, pidió ver a Don Bosco negándose a dar su nombre. Introducido en la antesala, esperó tres largas horas mientras llegaba su turno y entró a las once de la noche en la estancia del humilde sacerdote.
Parecía que aquel anciano considerase al siervo de Dios como un hombre extraordinario y no quisiese ser reconocido por él. Contempló un instante a aquel hombre cuyo nombre iba de boca en boca, reconoció en él a un hombre sencillo, humilde, dócil, a uno de esos hombres que se posesionan fácilmente de los corazones.
Sus primeras palabras a Don Bosco fueron:
-No os extrañéis, señor, que os diga que soy un incrédulo, y que no doy, por consiguiente, la menor fe a los milagros que de vos se cuentan.
Don Bosco dio al forastero una de esas miradas que penetran hasta el fondo del alma, y que atan con vínculos indisolubles. Luego respondió dulcemente:
-Ignoro a quién tengo el honor de hablar y no intento saberlo. Os aseguro que no procuraré haceros creer lo que no queréis admitir, ni os trataré temas de religión, si eso no es de vuestro agrado. Con todo, decidme: ¿habéis pensado del mismo modo toda vuestra vida?
-En la infancia mis creencias eran las de mis padres y amigos; pero desde que pude razonar, dejé a un lado la religión para vivir como un filósofo.
-¿Qué entendéis por estas palabras: vivir como un filósofo?
-Llevar una vida feliz, sin preocuparse de lo sobrenatural, ni de la vida futura, medio de que los sacerdotes se sirven para intimidar a las gentes sencillas y poco instruidas.
-¿Y qué admitís respecto de la vida futura?
-No perdamos tiempo en tratar esta cuestión: hablaré de la vida futura cuando me encuentre en lo futuro.
-Veo que os chanceáis. Pero tened la bondad de escucharme. En cualquier día os puede sobrevenir una enfermedad imprevista.
-Sin duda, respondió el caballero, tanto más que a mi edad, uno está expuesto a mil enfermedades.
-Y estas enfermedades, ¿no podrían llevaros a la tumba?
-Es inevitable, como que nadie está dispensado de pagar tributo a la muerte.
-Es inevitable, como que nadie está dispensado de pagar tributo a la muerte.
-Y cuado os encontréis en grave peligro de la vida, cuando veáis inminente la hora de pasar del tempo a la eternidad…
-Procuraré que no decaiga mi espíritu, para ser filósofo y no creer en lo sobrenatural.
-Procuraré que no decaiga mi espíritu, para ser filósofo y no creer en lo sobrenatural.
-Y ¿qué os impedirá, al menos entonces, pensar en la inmortalidad de vuestra alma y en vuestra religión?
-Nada; pero sería una debilidad de la cual no quiero dar ninguna muestra, porque me pondría en ridículo ante mis amigos.
-Nada; pero sería una debilidad de la cual no quiero dar ninguna muestra, porque me pondría en ridículo ante mis amigos.
-Sin embargo, al despediros del mundo, nada os costaría recapacitar y devolver la paz a vuestra conciencia.
-Sin duda, pero no creo necesario rebajarme hasta ese punto.
-Sin duda, pero no creo necesario rebajarme hasta ese punto.
-Si tal es vuestro ánimo, ¿qué queréis entonces? Pronto no os pertenecerá el presente; de lo futuro rehusáis que os hable. ¿Qué esperanza os queda?
El desconocido inclinó reflexivamente la cabeza, permaneció un instante en silencio y luego prosiguió diciendo Don Bosco:
-Os es necesario pensar en el porvenir. Aún os restan algunos días de vida; si los aprovecháis para volver al seno de la Iglesia e implorar la misericordia de Dios, seréis salvo, y salvo para siempre. En caso contrario moriréis como incrédulo réprobo, y todo concluirá para vos. Os hablaré aún más claro. No os queda sino este terrible dilema: o la nada, según vuestra opinión, o un eterno suplicio según la mía y la de todo el mundo.
-En vuestro lenguaje yo no veo religión ni filosofía, sino una palabra afectuosa que no rehúso escuchar. Ninguno de mis amigos bien versados en filosofía, han resuelto aún este problema: eternidad desgraciada o nada. Dos ideas igualmente terribles. Meditaré en lo que me habéis dicho, y si me lo permitís, volveré a veros.
Después de algunas palabras más, aquel señor estrechó la mano de Don Bosco, le dio una tarjeta y se retiró. Don Bosco leyó entonces el nombre de la visita: VICTOR HUGO. Era el famoso poeta y novelista, que a la sazón tenía 81 años.
Al día siguiente a la misma hora, Víctor Hugo volvió. Un misterioso hechizo lo arrastraba, contra su voluntad, hacia Don Bosco, a quien asió la mano, y estrechándosela afectuosamente le dijo:
-Ya no soy el mismo de otro día. Me he chanceado al presentarme como incrédulo. Yo soy Víctor Hugo y os ruego que seáis mi amigo. Creo en la inmortalidad del alma, creo en Dios y espero morir en brazos de un sacerdote católico que recomiende mi alma al Creador.
A los pocos días salió San Juan Bosco de París, y Víctor Hugo no pudo verle más, como lo hubiera deseado.
El desconocido inclinó reflexivamente la cabeza, permaneció un instante en silencio y luego prosiguió diciendo Don Bosco:
-Os es necesario pensar en el porvenir. Aún os restan algunos días de vida; si los aprovecháis para volver al seno de la Iglesia e implorar la misericordia de Dios, seréis salvo, y salvo para siempre. En caso contrario moriréis como incrédulo réprobo, y todo concluirá para vos. Os hablaré aún más claro. No os queda sino este terrible dilema: o la nada, según vuestra opinión, o un eterno suplicio según la mía y la de todo el mundo.
-En vuestro lenguaje yo no veo religión ni filosofía, sino una palabra afectuosa que no rehúso escuchar. Ninguno de mis amigos bien versados en filosofía, han resuelto aún este problema: eternidad desgraciada o nada. Dos ideas igualmente terribles. Meditaré en lo que me habéis dicho, y si me lo permitís, volveré a veros.
Después de algunas palabras más, aquel señor estrechó la mano de Don Bosco, le dio una tarjeta y se retiró. Don Bosco leyó entonces el nombre de la visita: VICTOR HUGO. Era el famoso poeta y novelista, que a la sazón tenía 81 años.
Al día siguiente a la misma hora, Víctor Hugo volvió. Un misterioso hechizo lo arrastraba, contra su voluntad, hacia Don Bosco, a quien asió la mano, y estrechándosela afectuosamente le dijo:
-Ya no soy el mismo de otro día. Me he chanceado al presentarme como incrédulo. Yo soy Víctor Hugo y os ruego que seáis mi amigo. Creo en la inmortalidad del alma, creo en Dios y espero morir en brazos de un sacerdote católico que recomiende mi alma al Creador.
A los pocos días salió San Juan Bosco de París, y Víctor Hugo no pudo verle más, como lo hubiera deseado.
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