ME ASOMARÉ A TU SEPULCRO, SEÑOR.
Y, corriendo más que aquellos que creen, comprenderé que algo grande ha ocurrido.
Que tu vida, por la muerte, no ha quedado encerrada detrás de la fría losa
y que, por lo tanto, la nuestra ha de seguir la misma suerte.
Pero, empújame para no detenerme, porque temo que muchas distracciones del mundo me dejen plantado ante los grandes escaparates, olvidando aquellos valores eternos que Tú nos traes.
ME ASOMARÉ A TU SEPULCRO, SEÑOR.
Como Pedro, que te negó como yo tantas veces te niego; entenderé que, mucho nos ama Dios, cuando desea para mí LA VIDA ETERNA, cuando, me freno para no llegar a la hora del alba y dejo que la Resurrección no sea primera noticia en mi vida.
ME ASOMARÉ A TU SEPULCRO, SEÑOR.
Y, si por lo que sea, en la nada sigo sin ver nada; haz que recuerde aquello a lo que tantas veces me resisto:
que has resucitado entre los muertos,
que vuelves para devolvernos a la vida
y que resucitas para que seamos semilla de eternidad.
ME ASOMARÉ A TU SEPULCRO, SEÑOR.
Y, entonces, sólo entonces me alegraré de haberlo encontrado vacío con vendas y sudario por el suelo, pues, al asomarme y ver todo eso, estaré intuyendo lo que me aguarda en el futuro: ¿Tú has resucitado? ¡También yo resucitaré, Señor! ¡Gracias, Señor!
¡ALELUYA! ¡HA RESUCITADO!
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