La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, reunida en Aparecida en 2007, efectuó un llamado a una Gran Misión Continental evangelizadora. Para profundizar sobre distintos aspectos de esa misión es que se convocó al III Congreso Misionero Americano (CAM3) y VIII Congreso Misionero Latinoamericano (COMLA8), que se celebró en Quito, Ecuador del 12 al 17 de agosto de 2008, bajo el lema “América con Cristo: escucha, aprende y anuncia”. Con la clausura del Congreso comienza oficialmente la Gran Misión.
En preparación a este Congreso, las reliquias de Santa Teresita de Lisieux han recorrido todo el contiente.
Fue el Papa Pío XI quien por un decreto del 14 de diciembre de 1927, declara a Santa Teresita del Niño Jesús, Patrona principal de todas las Misiones y de todos los Misioneros del mundo, por el gran ardor y celo que la consumía por propagar la fe.
“Quisiera recorrer la tierra predicando vuestro nombre y plantando, amado mío, en tierra infiel vuestra gloriosa Cruz. Mas no me bastaría una sola Misión, pues desearía poder anunciar a un tiempo vuestro Evangelio en todas las partes del mundo, hasta en las más lejanas islas. Quisiera ser misionera no sólo durante algunos años, sino haber sido desde la creación del mundo y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos".
¿Por qué entonces Teresita eligió el Carmelo? Por que comprendió que sólo el amor ardiente impulsa al anuncio del Evangelio; y como su corazón se abrasaba de amor, quería rezar y entregarse por la salvación de las almas. El mismo Papa Pío XI, en la encíclica Rerum Ecclesiae, hacía de ella el siguiente elogio: "Aun viviendo en el claustro, tomó tan de veras a su cargo el ser colaboradora de los Misioneros, que, como en un derecho de adopción, ofreció por ellos a su divino esposo Jesús, sus oraciones, las penitencias voluntarias y de regla, y sobre todo, los agudos dolores que le ocasionaba su penosa enfermedad."
La Iglesia en América quiere ponerse en estado de misión permanente. Para ello se necesita que todas las Iglesias particulares armonicen sus iniciativas e intensifiquen su esfuerzos para que Jesús sea conocido, amado y seguido en estas tierras. El anuncio de Jesucristo es el servicio más importante que podemos brindar a nuestros hermanos.
¿Cuándo empieza la misión?
La misión ya comenzó hace dos milenios, cuando Cristo mandó a los apóstoles a predicar el Evangelio: Id y haced discípulos a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19-20). Allí le fue confiada a la Iglesia la acción misionera. Como lo dice Paulo VI en Evangelii Nuntiandi: la Iglesia vive para la misión, la misión es su identidad propia, existe para evangelizar, para predicar, para enseñar, para ser canal de gracia. La misión es un rasgo constitutivo de la Iglesia y por lo tanto no sólo los sacerdotes y religiosos están involucrados en ella; también los laicos, hombres, mujeres, niños, estudiantes, trabajadores, profesionales, obreros: un compromiso de todos los bautizados. La misión consiste en evangelizar, en mostrar el camino que lleva a la felicidad: Jesús es ese Camino que lleva a la bienaventuranza.
No deja de ser interesante que, esta reafirmación de la dimensión misionera de la Iglesia tiene lugar en el momento en que los pueblos hispanoamericanos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia. Es un momento propicio para revitalizar las indudables raíces cristianas y profundamente marianas de la historia del Nuevo Mundo.
Fue el Papa Pío XI quien por un decreto del 14 de diciembre de 1927, declara a Santa Teresita del Niño Jesús, Patrona principal de todas las Misiones y de todos los Misioneros del mundo, por el gran ardor y celo que la consumía por propagar la fe.
“Quisiera recorrer la tierra predicando vuestro nombre y plantando, amado mío, en tierra infiel vuestra gloriosa Cruz. Mas no me bastaría una sola Misión, pues desearía poder anunciar a un tiempo vuestro Evangelio en todas las partes del mundo, hasta en las más lejanas islas. Quisiera ser misionera no sólo durante algunos años, sino haber sido desde la creación del mundo y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos".
¿Por qué entonces Teresita eligió el Carmelo? Por que comprendió que sólo el amor ardiente impulsa al anuncio del Evangelio; y como su corazón se abrasaba de amor, quería rezar y entregarse por la salvación de las almas. El mismo Papa Pío XI, en la encíclica Rerum Ecclesiae, hacía de ella el siguiente elogio: "Aun viviendo en el claustro, tomó tan de veras a su cargo el ser colaboradora de los Misioneros, que, como en un derecho de adopción, ofreció por ellos a su divino esposo Jesús, sus oraciones, las penitencias voluntarias y de regla, y sobre todo, los agudos dolores que le ocasionaba su penosa enfermedad."
La Iglesia en América quiere ponerse en estado de misión permanente. Para ello se necesita que todas las Iglesias particulares armonicen sus iniciativas e intensifiquen su esfuerzos para que Jesús sea conocido, amado y seguido en estas tierras. El anuncio de Jesucristo es el servicio más importante que podemos brindar a nuestros hermanos.
¿Cuándo empieza la misión?
La misión ya comenzó hace dos milenios, cuando Cristo mandó a los apóstoles a predicar el Evangelio: Id y haced discípulos a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19-20). Allí le fue confiada a la Iglesia la acción misionera. Como lo dice Paulo VI en Evangelii Nuntiandi: la Iglesia vive para la misión, la misión es su identidad propia, existe para evangelizar, para predicar, para enseñar, para ser canal de gracia. La misión es un rasgo constitutivo de la Iglesia y por lo tanto no sólo los sacerdotes y religiosos están involucrados en ella; también los laicos, hombres, mujeres, niños, estudiantes, trabajadores, profesionales, obreros: un compromiso de todos los bautizados. La misión consiste en evangelizar, en mostrar el camino que lleva a la felicidad: Jesús es ese Camino que lleva a la bienaventuranza.
No deja de ser interesante que, esta reafirmación de la dimensión misionera de la Iglesia tiene lugar en el momento en que los pueblos hispanoamericanos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia. Es un momento propicio para revitalizar las indudables raíces cristianas y profundamente marianas de la historia del Nuevo Mundo.
Las claves de la misión
Si bien la Iglesia nunca ha interrumpido el camino misional, existe actualmente un progresivo proceso de descristianización, de pérdida de valores esenciales, que hace imprescindible una Nueva Evangelización. Para llevarla a cabo, es preciso prestar atención a algunas claves o notas distintivas:
La primera de esas claves es el método. En la búsqueda de nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos, debemos usar métodos modernos que hagan accesible y comprensible la voz del Señor. Pero todo método será ineficaz si no está fundado en la oración, la segunda de las claves, que debe impregnar la palabra del anuncio. ¿Y qué anunciamos? El Reino- he aquí otra clave- que no es una cosa, ni una utopía, ni una estructura social o política. El Reino de Dios es Dios vivo, presente y actuante en el mundo, en la historia.
El éxito de la misión no dependerá simplemente del fruto de la aplicación del método adecuado y la oración devota. Debe aún darse un siguiente paso, que es la conversión. Reducir el cristianismo a un conjunto de normas morales cuyo cumplimiento tranquilice la conciencia, es menoscabar la esencia del mensaje de Cristo. La metanoia implica salir de la autosuficiencia, descubrir la propia indigencia, la necesidad de perdón y la restauración de la amistad con Dios. Pero una conversión individual no tiene consistencia, debe ofrecer un estilo de vida, donde el yo se abre al tú para dar a nacimiento al nosotros, comunidad de vida.
La conversión nos conduce hacia la siguiente clave: la cruz, que es la que da fecundidad al anuncio. La misión implica sacrificio. No a todos se nos pedirá el martirio (como a Roque González, Charles de Foucault, etc.), pero sí la entrega, que como tal, es siempre dolorosa. San Agustín explicaba que cuando el Señor le dice a Pedro "apacienta mis ovejas" quiere decir "sufre por mis ovejas". Quien omite la cruz, omite la esencia del cristianismo. Seguir a Cristo es participar de su cruz. Aparece así patente la siguiente clave, el seguimiento de Jesucristo, Emmanuel, Dios con nosotros. Hoy es fuerte la tentación de reducir al Hijo de Dios a un Jesús “histórico”. Sin negar la divinidad, y so pretexto de hacer un Jesús comprensible a los paradigmas contemporáneos, se elabora un Cristo mitológico, inventado, que no es imagen de Dios sino imagen de los intérpretes de la Escritura.
Seguir a Cristo no significa simplemente imitar a Jesús, es algo mucho más comprometido que eso. Es identificarse con Jesús. Esto, podrá parecer chocante y exagerado para la mentalidad del hombre moderno, pero es verdadero. Todos tenemos sed de infinito, de libertad y felicidad ilimitada, por que el hombre no se contenta con lo efímero de la vida. El demonio ofrece caminos que fracasan por que no sacian (la droga, el placer, el dinero, el poder). Solo la identificación con Cristo puede calmar el ansia intensa de infinito del ser humano.
Identificándonos con el Maestro somos discípulos. Un discípulo no es simplemente uno que aprende, un estudioso, un alumno. Ser discípulo significa ser seguidor, identificarse, revestirse del Maestro, fundirse con El, configurarse con El.
Todo lo dicho nos conduce a la última clave, la vida eterna. No estamos en este mundo sino para la eternidad. y desde esa perspectiva el hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Debe rendir cuentas. Será juzgado. Nadie- ni sencillos ni poderosos -pueden eludir su responsabilidad en la historia. Esto no constituye un pronóstico aterrador. Por el contrario, es profundamente esperanzador: todos los que sufren piden justicia; la certeza del juicio les proporciona la garantía de que las injusticias del mundo nos son la última palabra. Hay un Juez y Garante que pondrá la cosas en su lugar, dando a cada uno lo suyo.
Bibliografía:
CELAM: La Misión Continental para una Iglesia misionera
Card. Ratzinger: Conferencia durante el Jubileo de los Catequistas, diciembre 2000
Card Rodriguez Maradiaga: Conferencia "Comunidad discípula de Jesús", agosto 2008
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